sábado, agosto 30

Qué poco entendía de pájaros el que te puso Gorrión

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En el trile de las mentiras perennes en la memoria.
Rompió en sana locura una cuerda de mi guitarra.
La Reina de Reinas, ocasionalmente en mi baraja.
Rebuzna la descomposición del burro de la playa.
Se seca el papel que pido siempre que quiero humedecer la mente.
Tendiendo a destender las sabanas desdeñadas,
con los probados huesos calados y desobediente de la cantera
de cada cuando quiere decir sus mejores palabras el balbuceante.
La mula no era arisca, le dieron la oportunidad.
Aplazarle preguntas y pegarle hasta que se ablandezca
y se haga cargo de una salomónica agencia de viajes
dónde los asientos estén tapizados de agujas de vudú
-ni uno de terciopelo ni otro de inrasurable lija-
y en la jubilación –y muerte- le den un caballazo.
No distinguiendo entre ave perdida y ave cautiva.
De brazos cruzados no ríe naiden
y así se reía un cura que no baila.
A veces hago to’ por saltarme
la norma que prohíbe prohibir.
Me da gusto todo lo que hagas,
siempre que sea lejos de aquí.

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I. M. *
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