jueves, octubre 18

Tarde café



Mis piernas me pesan tanto,
y la tarde está opaca como pocas veces.
Tan solo bajando la banqueta
se encuentra una ave muerta,
y al ladito, un pájaro invisible muerto,
eran mis ganas de sentirme bien hoy.

Me angustia pensar en gente
que hago daño incluso sin querer.
Me duele pensar en toda la gente
que me hace daño sin pararse a ver.
Se mezclan todas con un cielo café:
mi melancolía, mi culpa y mi frío.

Miro una botella plástica siendo aplastada,
una y otra vez, por cada llanta que pasa.
¿Un poco más? Empezó a lloviznar,
y el viento fuertísimo sopla, inflando mi tristeza.
Me apena no poder pensar en cómo llegar a casa.
El transporte otra vez más me deja parado,
como me dejó, a su vez, la suerte,
como me dejó mi antigua reina.
Y yo no me muevo de donde estoy,
esperando, bajo tormenta, cuando de nuevo pase:
como con la suerte, como con aquella,
¡qué muerte es esperar a veces!

Me angustia que empezó a llover muy fuerte.
Tantas cosas me forman un nudo en la garganta,
menos mal que está lloviendo fuerte,
y la lluvia que moja mi rostro no deja ver mis lágrimas.
Las del único hombre que está parado
bajo tan fuerte y semi-horizontal lluvia.

Tarde perfecta para coronar
varios días anteriores horribles.
Tanto frío de estar parado bajo la lluvia
de pronto me espanta sin razón.
Las piernas a correr de nuevo me llaman,
está vez, a que no me alcance la desilusión.



. . .

I. M. *
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